Éxodo 13:1-22
¡Libres al fin! Después de cuatrocientos treinta años de esclavitud egipcia, los hijos de Israel fueron redimidos. Ellos iban camino a Canaán, la tierra de la promesa. La distancia más corta entre dos puntos es una línea recta. La mayor ruta de comercio desde Egipto hasta Canaán era por lo que se conocía como “el camino de los filisteos”. Este camino ya viajado los llevaría directamente al este, después al noroeste.
Pero el camino corto no siempre es el mejor. “Dios no los llevó por el camino de la tierra de los filisteos, que estaba cerca, porque Dios dijo: para que no se arrepienta el pueblo cuando vea la guerra y se vuelva a Egipto.” Éxodo 13:17. Habían recién salido de la tierra de los muertos. El pueblo no estaba listo para ir a pelear contra los poderosos filisteos.
“Mas Dios hizo que el pueblo rodase por el camino del desierto del Mar Rojo”. En vez de viajar al este, se fueron al sur. Es interesante que “subieron los hijos de Israel de Egipto armados”. Seguían a su líder. Cuando Faraón averiguó donde estaban, dijo, “encerrados están en la tierra, el desierto los ha encerrado”. El no se dio cuenta que el Señor conoce el camino a través del desierto, y donde no hay camino Dios hace uno.
“Y Jehová iba delante de ellos de de día en una columna de nube para guiarlos por el camino y de noche en una columna de fuego para alumbrarles, a fin de que anduviesen de día y de noche.” ¡Que vista más confortante! Ya sea que vieran la columna de nube y de fuego sabían que Dios estaba con ellos, dirigiendo el camino. ¡Día y noche! El salmista escribió “He aquí que no se adormecerá ni dormirá el que guarda a Israel”. Salmo 121:4. El Señor proveyó guía las veinticuatro horas del día. “Nunca se aparto de delante del pueblo la columna de nube de día, ni de noche la columna de fuego”. Éxodo 13:22. Su presencia era permanente.
El pueblo de Dios que fueron liberados necesitaba dirección. Hoy también necesitamos la guía diaria en nuestro caminar con el Señor. No hay atajos en la vida cristiana. No tenemos una columna de nube para dirigirnos en el día o una columna de fuego a la noche. Pero tenemos la palabra de Dios. “Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino”. Salmo 119:105. Permite que la palabra de Dios habite en ti ricamente. Nunca te desviará.
A parte de esto, tenemos la promesa que nos anima en Romanos 8:14. “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, estos son hijos de Dios.” El te guiará por el desierto.
Padre celestial, gracias por cuidarnos. Vinimos a ti por medio de tu Hijo, y deseamos ser seguidores de Cristo. Danos entendimiento en nuestro camino contigo. En el nombre de Jesús. Amén.
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