Éxodo 16:1-36
Tres días después de su liberación de Faraón y de la tierra de Egipto, los hijos de Israel se quejaron porque tenían sed. En Mara el Señor endulzó las aguas amargas. Después de cuarenta y cinco días en el desierto, pensaron en los días viejos y buenos días en Egipto cuando “nos sentábamos a las ollas de carne, cuando comíamos pan hasta saciarnos”. No había ningún supermercado o almacenes o restaurantes a la vista. Se quejaron a Moisés. “Nos habéis sacado a este desierto para matar de hambre a toda esta multitud”.
El Señor escuchó sus quejas. Les proveyó carne en la tarde y pan en la mañana. El pan se llamaba Maná. “Una cosa menuda, redonda, menuda como una escarcha”. Eran como copos helados. A la gente se le ordenó que tomaran cuanto necesitaran de una porción diaria, pero tenían que comer todo lo que juntaban. Se les dijo que tomaran lo suficiente para dos días en el sexto día de la semana, para que no juntaran comida en el día de reposo. Algunas de las personas tomaron más de lo que podían comer, y las sobras “crió gusanos y hedió”.
Dios envió su pan del cielo por cuarenta años, es decir, hasta que llegaron a la frontera de la tierra de Canaán. El maná era su dieta diaria.
De acuerdo con Juan 6, el día después que Jesús alimentó a los 5,000 con cinco panes y dos peces pequeños, mucha gente buscó a Jesús, porque tenían sus estómagos llenos con el pan. Le pidieron una señal como el de la provisión milagrosa de Dios del pan en el desierto.
Jesús dijo “Mi Padre os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo.” Ellos respondieron “Señor, danos siempre de ese pan”. Pero Jesús continuó “Yo soy el pan de vida, el que viene a mi nunca tendrá hambre y el que cree en mi no tendrá sed jamás. Mas os he dicho, que aunque me habéis visto no creéis. Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí y el que viene a mí, no lo echo afuera”. Juan 6:35-37.
Los judíos que oyeron esas palabras “murmuraban entonces de él, porque había dicho: yo soy el pan que descendió del cielo”. Murmuraban y discutían entre ellos mismos. Juan 6:41-43. “Muchos de sus discípulos volvieron atrás y ya no andaban con él”. Juan 6:66. ¡Qué parecidos eran esta gente a aquellos que vagaban sin creer en el desierto! Pero Dios es bueno, y suple tus necesidades diarias.
Señor, decimos con Simón Pedro, “creemos y sabemos que tu eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”. Gracias por darnos vida en Cristo Jesús. Guárdanos de las murmuraciones. En el nombre de Jesús. Amén.
Translated by:




